Lo malvado en la ignorancia
Hace un rato me crucé la calle junto con un triciclo de pan. Y entonces, con la mezcla de olores, el tono opaco del cielo al alba, el frío y la canasta de pan me acordé de un hombre “malvado” que era mi vecino.
Mi hija aún recuerda que los niños en la vecindad donde vivíamos, lo consideraban “malvado”. No porque hubiera hecho algo en verdad malvado, sino porque no sabían qué hacía.
Este hombre, mi vecino del departamento 34, se levantaba muy temprano, hacía algo de ruido al salir, pero para cuando la mayoría de los niños despertaban él ya no estaba.
Por la noche, todos se metían a dormir y él aún no llegaba. Así que “todo el día” las luces en el departamento estaban apagadas. No tenía cortinas en las ventanas y si, como niños, curioseaban, todo se veía oscuro, lóbrego, abandonado. Sin embargo, de madrugada comenzaban los sutiles ruidos del hombre “malvado”.
Bueno, eso se llama ignorancia. Y así como hacían los niños de la vecindad, todos los adultos tachamos de malvado a aquello o aquellos a quienes no conocemos, quienes no despiertan y duermen como nosotros, quienes no son “normales” desde nuestra limitada perspectiva.
La verdad es que este hombre “malvado” era bajito, moreno y con una sonrisa muy tímida. Cada mañana, cuando yo salía del departamento, lo veía azucarando las donas que acababa de freír y acomodándolas en su canasto.
“Buenos días”, le decía y él correspondía el saludo con una breve inclinación de cabeza y un “que les vaya bien”. Al salir de la vecindad me cruzaba con su triciclo, esperándolo a él y a su canasto con donas.
Mi hija, de cuatro años entonces, medio dormitaba, medio caminaba, por lo que poca evidencia registraba de aquel hombre “malvado”.
Por la tarde, regresando al departamento, nos tocaba caminar por varias calles del centro histórico. En ocasiones lo encontrábamos, ya sin el canasto, de mandadero de un negocio a otro. Nos sonreía y saludaba. Parecía ser otro, aunque solo cambiaba su contexto.
Aquel hombre “malvado” trabajaba todo el día. Llegaba a dormir un rato y de madrugada comenzaba a freír donas. No había mucho en su departamento, ni cortinas. Aunque era una micro panadería en pleno funcionamiento. Eso sí, solo hacía donas.
Nunca hablé realmente con él, no supe de dónde era o a dónde se iba el día de la semana que no trabajaba. Quizá tenía familia en otra ciudad, quizá trabajaba para conseguir algo específico. No lo sabré nunca. Pero creo que definitivamente no era un hombre malvado… o al menos no lo era por esa razón.
Buenos días y que les vaya bien.
Con cariño,
∞ Miss Pili ∞